"Que te alabe otro y no tu propia
boca; que lo haga un desconocido, no tus propios labios".(Proverbios 27:2
NTV)
Hay una edad en donde los niños hacen uso
continuo de las palabras: "mío", "yo". Esto es parte del desarrollo y de que van identificando
su independencia de los padres. El problema está cuando podemos encontrarnos con
adultos en donde el "yo" es la palabra que más resalta en sus conversaciones:
"yo hice; yo tengo; yo voy; porque yo..."
Es muy bueno y nos hace bien que elogien nuestras
acciones y trabajo. Esto fortalece nuestra autoestima y nos motiva a seguir
esforzándonos. Lo
que no queda bien es cuando nos jactamos de nosotros mismos. Genera rechazo e
incomodidad cuando una persona sólo habla de sí misma resaltando sus virtudes y logros. Nuestro
objetivo debe estar puesto en poder inspirar a otros con nuestro desempeño y no
hacer del mismo un monólogo que nos convierta en personas pedantes, engreídas y egoístas. Pero
por sobre todas las cosas nuestro mayor anhelo debe ser recibir el
reconocimiento y la aprobación de Dios por nuestro trabajo.
Gabriel Fischer
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