miércoles, 14 de enero de 2015

YO, YO, YO Y YO...


"Que te alabe otro y no tu propia boca; que lo haga un desconocido, no tus propios labios".(Proverbios 27:2 NTV)
   
       


Hay una edad en donde los niños hacen uso continuo de las palabras: "mío", "yo". Esto es parte del desarrollo y de que van identificando su independencia de los padres. El problema está cuando podemos encontrarnos con adultos en donde el "yo" es la palabra que más resalta en sus conversaciones: "yo hice; yo tengo; yo voy; porque yo..."

Es muy bueno y nos hace bien que elogien nuestras acciones y trabajo. Esto fortalece nuestra autoestima y nos motiva a seguir esforzándonos. Lo que no queda bien es cuando nos jactamos de nosotros mismos. Genera rechazo e incomodidad cuando una persona sólo habla de sí misma resaltando sus virtudes y logros. Nuestro objetivo debe estar puesto en poder inspirar a otros con nuestro desempeño y no hacer del mismo un monólogo que nos convierta en personas pedantes, engreídas y egoístas. Pero por sobre todas las cosas nuestro mayor anhelo debe ser recibir el reconocimiento y la aprobación de Dios por nuestro trabajo. 

Gabriel Fischer

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