“¿Quién
sino Dios sube a los cielos y desciende de ellos? ¿Quién retiene el
viento en sus puños?
¿Quién envuelve los océanos en su manto? ¿Quién ha creado el mundo entero? ¿Cuál es su nombre? ¿Y el nombre de su hijo? ¡Dime, si los sabes!
¿Quién envuelve los océanos en su manto? ¿Quién ha creado el mundo entero? ¿Cuál es su nombre? ¿Y el nombre de su hijo? ¡Dime, si los sabes!
Toda
palabra de Dios demuestra ser verdadera. Él es un escudo para todos
los que buscan su protección. No agregues nada a sus palabras, o podría
reprenderte y ponerte al descubierto como un mentiroso” (Proverbios 30:4-6)
Tener a Dios en nuestra vida es tenerlo todo. Su conocimiento y poder es inigualable;
su Palabra es verdadera y no necesita aditivos. Y además de esto, está cercano de
aquellos que lo reconocen y buscan. No tratemos de reemplazarlo con otras cosas,
porque es inigualable; no pongamos en su boca palabras que no ha emitido porque
con las que ya nos ha dado tenemos más que suficiente. Pero sí preocupémonos por
conocerlo y obedecerle más.
“La suficiencia de Dios suple nuestra carencia
y nos permite alcanzar la excelencia”
Gabriel Fischer
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