sábado, 13 de febrero de 2016

¡A DIVERTIRSE!


   Ser cristiano no es ser aburrido ni tampoco dejar de lado todo lo que tiene que ver con el disfrute o la diversión. Es muy importante que nos alegremos, que nos riamos, que realicemos actividades que nos den descanso y nos traigan renuevo al alma en medio de tantas presiones y ocupaciones. No me lo imagino a Jesús como alguien aburrido o triste sino por lo contrario como alguien que valoraba la alegría (hizo el primer milagro en un casamiento), pero no me lo imagino a Jesús celebrando y bailando al ritmo de canciones que celebran la promiscuidad sexual, el uso indebido del alcohol, la traición o la infidelidad como una gran hazaña. No me lo imagino a Jesús haciendo un perreo o teniendo movimientos sensuales. No me lo imagino a Jesús riéndose frente a un televisor viendo un programa o una película en donde el adulterio, la degradación de la mujer a un simple objeto sexual sean el argumento. No me lo imagino a Jesús haciendo chistes de doble sentido ni tampoco burlándose de los defectos de los demás. Creo que debemos tomar conciencia de que nuestra tarea es ser luz, reflejar a Jesús aún cuando nos estamos divirtiendo. Seguramente esto implica que seamos más creativos y no sólo que copiemos lo que todos hacen. Seguramente esto hará que muchos se burlen de nosotros, que nos traten de puritanos y santulones. Pero muchos de ellos que utilizan todo lo que les viene a la mente o lo que sus deseos les impulsan para divertirse son los mismos que en la intimidad sufren porque se sienten vacíos, sin paz, porque no tienen a Dios. Debemos ser luz para mostrarles a ellos que el motivo de nuestra alegría es Jesús, que teniéndolo a él no necesitamos de muchas cosas externas para alegrarnos sino sólo valorar y disfrutar lo que tenemos. Hagamos a Jesús parte de nuestra diversión, de nuestros juegos, de nuestras charlas, de nuestras actividades; lo cual no implica que seamos religiosos nombrándolo constantemente o hablando sólo de la iglesia sino haciéndolo parte por medio de una diversión sana que pueda convertirse en un acto de adoración que lo honre. 


Gabriel Fischer

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