“Ninguno busque su propio bien,
sino el del otro” (1 Corintios 10:24)
Este texto viene a nuestro
encuentro en un mundo posmoderno en donde la búsqueda del bienestar personal,
el individualismo, las posiciones, los títulos y todo aquello que alimente
nuestro ego pasa a ser nuestra prioridad. El egoísmo, las comparaciones y competencias,
las razones y logros que pasan a ser más importantes que las relaciones
interpersonales nos alejan el uno del otro y nos llevan a la soledad, al
resentimiento y a ocupar mucho tiempo en conversaciones en donde tratamos de
justificar nuestros actos y nuestra postura buscando aprobación y
reconocimiento por nuestros logros ocultando nuestras derrotas, miserias y
frustraciones. ¡Cuán diferente sería la realidad si tuviéramos en mente esta
palabra frente a cada acción que realizáramos! Nuestras palabras buscarían
decir la verdad con amor para corregir con el objetivo de edificar al otro,
callaríamos cuando no estemos seguros de que nuestra lengua esté conectada a
nuestro cerebro, hablaríamos menos de nosotros para escuchar más las realidades
del otro, seriamos reconocidos por nuestra generosidad y no por nuestra
demanda, juzgaríamos menos y ayudaríamos más, pasaríamos por alto las faltas y
no las utilizaríamos como argumento para
hundir al otro, estaríamos dispuestos siempre a ayudar aunque esto no traiga
beneficio o crédito para nuestra vida, buscaríamos el progreso de los demás y
nos gozaríamos frente a sus logros. ¿Será tan difícil lograr esto? ¿Podremos
vencer las presiones de este mundo y de nuestra carne que no llevan a buscar
sólo nuestro propio bien? Creo que podemos intentarlo y estoy convencido que si
lo hacemos hay Alguien que nos dará todo su apoyo para que lo logremos.
Gabriel Fischer
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