“Entonces su cuñada se
acercará a él y en presencia de los ancianos le quitará la sandalia del pie, le
escupirá en la cara y dirá: “¡Así se hace con el hombre que no quiere dar
descendencia a su hermano!” Y
su familia será conocida en Israel con el nombre de “la familia del
Descalzado”. Deuteronomio 25:9-10 (DHH)
En el contexto judío existía una ley que consistía en que una mujer viuda que no había tenido hijos se podía casar con uno de los hermanos de su fallecido esposo. Esta ley era para conservar el nombre familiar, proteger a la mujer, continuar con las propiedades en la familia y la descendencia familiar. El pariente podía negarse a contraer matrimonio pero tal actitud era considerada una deshonra, y su familia, como menciona el pasaje, iba a ser conocida como “la familia del descalzado”. Más allá de que las relaciones familiares son muy diferentes hoy en día lo que podemos extraer de este pasaje es el valor y la actitud de compromiso que se le daba al cuidado de la familia. En la actualidad muchas veces la familia pasa a un segundo plano y los intereses personales llevan a las personas a descuidar su hogar. El sentirse bien hoy lleva a muchos a no pensar en dejar un buen legado para las futuras generaciones. Lamentablemente muchas familias son reconocidas por sus carencias, problemáticas, disfuncionalidades y por las malas decisiones de sus miembros que traen deshonra a la misma. Hoy siguen habiendo “familias del descalzado”. Pero la buena noticia es que en Cristo podemos construir un hogar saludable que impacte la sociedad reflejando los principios bíblicos y deje un mejor legado para las futuras generaciones.
Gabriel Fischer
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