QUE
NUESTRA CARENCIA DE “FRUTO” NO ARRUINE EL DESARROLLO DE NUESTROS “DONES”
No permitamos que nuestro mal carácter
o actitud estropee nuestras relaciones y trabajo. Podemos ser muy capaces e
inteligentes pero si no cuidamos nuestra manera de tratar a los demás podemos
arruinarlo todo. Pablo fue claro con respecto a esto en su carta a la iglesia
en Corinto. Ellos podían tener todos los dones pero si no obraban con amor todo
resultaba en vano (1 Corintios 13:3). En Gálatas 5:22-23 encontramos el fruto
del Espíritu que debe evidenciarse en nuestra vida al igual que los dones
espirituales. El problema sucede cuando hay un desequilibrio en nuestro ser con
respectos a los dones y el fruto; cuando enfatizamos el “hacer” pero nuestro
“ser” deja mucho que desear. No nos engañemos, lo que verdaderamente impacta en
las personas no es sólo el ejercicio de nuestros dones, esto puede generar
asombro y un impulso a que los individuos se acerquen a Dios; pero lo que
realmente inspira y produce vínculos genuinos y perdurables es una vida que
refleja el fruto del Espíritu en cada palabra, actitud o acción que se realiza.
¿Qué es lo que aprecian más las personas de nuestra vida, los dones o el fruto?
¿Nuestro carácter y actitudes nos están acercando a las personas o generando
barreras?