Hoy un matrimonio no necesita motivos
para divorciarse.
Hoy la infidelidad ya no es causa de
divorcio.
Hoy un matrimonio no necesariamente debe
vivir bajo el mismo techo.
Hoy se pueden hacer diferentes contratos
prenupciales para resguardar el patrimonio de cada cónyuge.
Hoy lamentablemente muchos optan por
probar, por ver si son “compatibles” (principalmente sexualmente) para luego
contraer o no matrimonio
Hoy las frases que caracterizaban una
ceremonia matrimonial como: “Yo… te quiero a ti, … como
esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida, hasta que la muerte
nos separe”. Han quedado en el olvido para muchos o son mencionadas sólo
como parte de una liturgia pero que no expresa el compromiso real de las
personas.
Pero aunque la sociedad cambie, los
valores sean alterados y el narcisismo, hedonismo, individualismo y tantos
otros “ismos” caractericen la cultura posmoderna… DIOS Y SUS PRINCIPIOS SIGUEN
INALTERABLES. Pueden tildarlos de anticuados, pasados de moda, absolutistas o
tantos otros calificativos pero siguen siendo la mejor elección porque
contemplan el plan, el diseño original de Aquel
que formó al hombre y la mujer y dio origen al matrimonio y la familia.
“Por tanto, dejará el hombre
a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”
(Génesis 2:24)
“Ya no son más dos, sino una sola
carne; Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).
Gabriel Fischer